Adorno, Horkheimer, Arendt
Los estudios acerca de la ‘cultura popular’ se sitúan,
actualmente, en el centro de los intereses críticos y teóricos cuando antes se
le veían desde los márgenes; esto de acuerdo a lo que explica María Luengo en su
texto sobre los estudios culturales. Acerca de la cultura de masas, la autora
menciona que los críticos Adorno y Horkheimer han sido los que formularon la
tesis más influyente sobre ésta: “Desde entonces la sociología desarrolló una
actitud ambivalente hacia lo popular”. De esta manera la sociología se
convirtió en una herramienta que toma en cuenta el estudio de masas o a éstas más allá de la cultura. Al respecto, Luengo menciona que “La cultura
popular ha pasado de ocupar un puesto marginal en la vida académica a ser foco
de interés no ya sociológico, sino interdisciplinario. El análisis de la
cultura ha supuesto una ruptura con parámetros meramente empíricos, pues no se
trata de analizar sólo los aspecto fácticos, sino los significados” (103).
Los estudios culturales otorgaron una revalorización
a la cultura de masas y con esto se ha visto a la sociedad y a la política con
nuevos ojos ya que éstas también intervienen en dichos estudios. Estas
consideraciones traen consigo una institucionalización de estos estudios para
así vislumbrar las primeras teorías sobre la cultura popular. Sin embargo, cada una resolverá de manera
distinta la cuestión de la cultura inserta en la sociedad moderna y la autonomía
que pudiera presentar. Un ejemplo de ello es lo que mencionan Adorno y
Horkheimer sobre lo que ha logrado la cultura de masas al imprimir la
degradación del arte en el mercado, y como ésta nos permite hablar de una
sociedad capitalista alterada por un determinado consumo de la cultura o
cultural.
Esta aproximación a la cultura nos permite hablar del
‘divertimento’ (término empleado por
Adorno y Horkheimer) como desestabilizador del arte. Es decir, las nuevas
formas de placer estético traen consigo la función o elemento de ‘divertimento’
que será recibida y consumida como cualquier bien comestible o, mejor dicho,
como si se tratase de un arte fácil y artificial. Un ejemplo de lo anterior
podría ser el paso de la literatura al cine donde la máxima preocupación y
características actuales que rigen a esta última forma de arte es el
‘divertimento’ o ‘fetiche’. Sobre este último, de acuerdo a Adorno y
Horkheimer, se dice que funciona de la siguiente manera: “el lenguaje visual
revestía de realismo el contenido ideológico del producto y transformaba
reiterativamente en fetiches los
motivos de la vida cotidiana, de la que, paradójicamente, el público trataba de
evadirse” (109).
Así, esta evasión del realismo en cuanto contenidos
ideológicos se ve traspuesta mediante las adaptaciones cinematográficas que en
su mayoría facilitan y alteran la historia que cuenta el libro y así se vuelve
un bien de consumo masificado (‘producir para consumir y consumir para seguir
produciendo’). Esto tiene que ver con la sociedad capitalista a la cual
refieren Adorno Y Horkheimer de acuerdo a que este tipo de ‘formas culturales’
(en este caso las adaptaciones del libro a la pantalla grande) sólo atienden a
la eficacia económica, a la eficiencia y la eficacia, a imponerse en los
órdenes de la vida social.
Siguiendo las críticas de Adorno y Horkheimer, la
partición del ámbito cultural se da en dos esferas culturales (arte y cultura
de masas). Acerca de la última se dice que se ha desligado y desgastado del
arte de acuerdo a los intereses de una ‘sociedad mercantilista’. Lo mismo
sucede con aquellos filmes que devalúan, desvalorizan y sucumben a la obra
literaria. En general toda película por más mala que sea siempre contará con
cierto presupuesto y algunas técnicas que la llevarán a su conocimiento ante el
público o a las carteleras. Esto sigue otorgándole el mote de cine o película
pero siguiendo las líneas de los teóricos mencionados, no se puede hablar de
arte y habrá de reflexionarse el por qué. Los ejemplos más comunes y en cierto
grado redundantes son las películas dirigidas a un público adolescente donde
predominan seres fantásticos o sobrenaturales en un mismo regido bajo las
mismas condiciones.
Adorno y Horkheimer mencionan las teorías modernistas
de D. MacDonald y C. Greenberg de acuerdo a lo mencionado con anterioridad. Es
decir, el arte debería ser concebida al margen de la sociedad ‘como esfera
separada y autónoma’, según estos últimos. Esta posición resulta un tanto
extremista según Benjamin ya que él concibe a la cultura de masas como una
nueva forma de arte que no se encuentra sujeta a los cánones del arte moderno
pero, al mismo tiempo, es capaz de convocar a las masas. MacDonald y Greenberg
creen lo contrario y sostienen la idea de que la autonomía que manifiesta el
arte sobre la cultura de masas es la unicidad del original y la pureza de la
obra.
Con esos dos elementos juegan las películas
mencionadas con anterioridad y por ellos se pierde la autenticidad y
originalidad de la obra para convertirse en una manifestación cultural que se
consuma en potencia (se buscan estereotipos para representar a los personajes e
historia y así anticiparse a un posible lector o desbaratar a la obra). Pero no
es la cultura de masas la que ha puesto al arte en peligro sino la actitud de
esta cultura, que desplaza al arte por el entretenimiento en su afán de consumo
desmedido y al ser heredera de una sociedad moderna (esto siguiendo la ideas de
Arendt). Ella compartía las reflexiones de Adorno y Horkheimer en cuanto a la
distinción entre cultura y entretenimiento (‘divertimento’) para el
establecimiento de jerarquías entre ellas. A diferencia de ellos, creía que los
‘objetos de cultura’ (arte) se distinguían por su excelencia y, también, por su
consumo inmediato.
Pero dicho consumo es especial en este tipo de
‘objetos culturales’ ya que atraviesa las barreras temporales porque sí se
consume pero no se gasta o expide a diferencia de los objetos pertenecientes a
la cultura de masas. Esto sucede también en la mayoría de los filmes que han
mantenido un paso firme a través del tiempo por su construcción y
características. Algunas películas siguen siendo objeto de análisis a través de
miles y miles de reproducciones a tal grado de encasillarse en el llamado ‘cine
de arte’ o ‘de culto’. Empero, esto nos lleva a la problemática del consumo,
según Arendt, que trae consigo los objetos pertenecientes a la cultura de masa.
Es por ello que su reflexión es que no existe un ‘objeto cultural por
excelencia’ sino una aproximación o, en determinados caos, una degradación del
mismo.
Como conclusiones, Arendt creyó que el máximo error
en Adorno y Horkheimer consistió en llamar ‘cultura’ al entretenimiento por una
cuestión de economía que se reduce a lo material. Así, muestra que la teoría de
estos críticos no es la última ni la más determinante pero sí la que comenzó a
establecer pautas en torno a estas manifestaciones culturales y las etiquetas
de bueno o malo que traen consigo.
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